La seguridad vial no es exclusiva de calles y carreteras; también debe estar integrada en la cultura de las empresas, especialmente en aquellas que dependen del desplazamiento de sus equipos o del uso de vehículos para sus operaciones diarias. Adoptar buenas prácticas viales no solo protege la vida de las personas, sino que también optimiza la gestión, reduce costos asociados a accidentes y refuerza la imagen responsable de la organización.
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Los motociclistas, junto con los ciclistas, se encuentran dentro del grupo de usuarios más vulnerables del sistema vial, y las circunstancias que lo hacen más propenso a que sea partícipe de un accidente de tránsito, ya sea como responsable o como víctima, saltan a la vista, partiendo del principio de que su cuerpo y la estructura de la carrocería hacen las veces de contenedores frente a una colisión, choque o volcamiento, asimismo, sus vulnerables condiciones de estabilidad que lo pueden hacer perder el equilibrio frente a la influencia envolvente de otros móviles de mayor peso y envergadura, como de las condiciones irregulares de la carpeta de rodado de las calles y avenidas por donde se transitan.
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En nuestro país, cerca del 65% de los accidentes de tránsito con la participación de al menos un vehículo involucrado se sitúan en el contexto de hechos que ocurren en el ámbito laboral, ya sea en el trayecto del domicilio hasta el lugar del trabajo o viceversa. Asimismo, se suman a estos siniestros aquellos ocasionados en los desplazamientos mientras se desarrollan actividades propias del trabajo.
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